Hablar de violencia machista

Hace pocas semanas se conoció el testimonio de Carolina Aguirre (guionista y escritora). En su columna llamada «Colombia«, publicada en La Nación el 20 de Noviembre, ella relata en detalle una relación de pareja violenta. El denunciado, Mariano Feuer, reaccionó a través de las redes sociales.

Días después, la comediante Malena Guinzburg escribió en su Facebook su historia de violencia con el mismo personaje. La audiencia expectante de Twitter se debatió entre el odio y la empatía: pero como siempre entre las reacciones más comunes primó echarle la culpa a la víctima y desconfiar de sus relatos. ¿Cambió algo en la sociedad Argentina?

La denuncia

Denunciar una situación de violencia nunca es fácil. Nos expone a las críticas y, en el peor de los casos, a más violencia. Este mecanismo de cuestionar a quien denuncia no es casual: culpar a la víctima, tratarla de loca o exagerada, funciona como una reacción adoctrinadora que desalienta futuras denuncias y que perpetúa la relación de poder. Sin quiebre no hay salida. Mediante el silencio la violencia machista solo se reproduce y se consolida más y más.

Romper el silencio

Después de su denuncia pública, Carolina Aguirre contó que fueron muchas las mujeres que la contactaron para agradecerle su relato y que se animaron a contar sus experiencias de violencia. La misma Malena Guinzburg se sintió interpelada y habló. El relato de una salvo a otras. Una vez más vemos que la violencia machista no es de carácter personal (ni privado) si no que es un problema social que debe ser abordado como tal.

Contar la violencia machista implica muchas veces pasar por nuevas situaciones de victimización, ser blanco de críticas o burlas, pero hablar hoy es un acto revolucionario: construye una nueva forma de construir una conciencia común. Hablar de violencia machista siempre es mejor que no hablar.

Sacudí el tablero

Sin duda algo está pasando en nuestra sociedad. La emergencia de un movimiento político que pone en palabras lo que las mujeres no pudimos poner en palabras durante muchos años está moviendo el tablero. Las movilizaciones, las acciones políticas y las repercusiones en los medios de comunicación están impulsando a muchas mujeres a poder contar sus historias y dejar de naturalizar la violencia. Ahora, tenemos que seguir, redoblar la apuesta: Hay que hablar, contar, hermanarnos y romper con el silencio cómplice. 

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